domingo, 24 de mayo de 2009

Viajando a los 50


Viajando a los 50:
Las personas somos como ventanas que miran al mundo y a través de cada una de ellas se ve una parte distinta de la realidad. Cada una suma su “verdad” hasta donde puede ver, la que termina colapsando en esta realidad común. Ocupando su debido espacio.
Bajo este concepto, se me ocurre que el viajar es algo así como abrir esa ventana que nos ha tocado en suerte y asomarse un poco mas lejos.
Cuando estaba en la secundaria, me correspondía una vez por semana ir a mi clase de natación en la “pileta cubierta”, que se encuentra aun en la rambla de la ciudad de Mar del Plata. Entre la playa Bristol y el Torreón del Monje. El frió aire del invierno no me impedía retrasar mi vuelta a casa, para ir hasta la punta de la escollera y mirar el horizonte.
Me inundaba entonces una profunda nostalgia de cosas no vividas que me llegaban del otro lado del mar. Un inexplicable sentimiento de melancolía en el que yo me dejaba envolver a gusto y placer. mientras compartía mi espacio con los ocasionales pescadores de la tarde.
Disfrutaba así de aquella magia, preguntándome sobre el origen verdadero de aquel sentimiento ajeno a mi joven historia y que sin embargo clamaba con tal fuerza.
Cuando termine la secundaria ingrese en la Escuela Nacional de Náutica y 4 años después me convertí en oficial de la Marina Mercante.
Comencé a navegar intentando siempre supeditar los destinos sobre la paga. El mundo estaba allí y había que descubrirlo!. Cada partida desde Buenos Aires me embriagaba de una sensación de entusiasmo y felicidad, en la que intentaba imaginar las ciudades y las personas de los lugares a donde me dirigía. Estudiaba y leía su historia pero lo más importante era recabar información con los veteranos de la línea, los que me transmitían sus experiencias plena de detalles. Y las que mi mente absorbía con la avidez de una esponja.
Así llegue a estar en mas de 60 países, 220 ciudades, 30 y pico de capitales. Por todos los océanos. Los 5 continentes. Por los mares, canales, estrechos y golfos mas importantes.
Aprendí que haber estado en un sitio no significa conocerlo. Que siempre quedan cosas interesantes en el tintero. Y la sensación especial y muy personal, de que recién en la segunda visita a un lugar se fijan las cosas en la mente con la impronta de la realidad y no como en la vaguedad de un sueño.
La segunda visita suele ser mejor medida y planificada. Se desvanece lo fugaz y las sensaciones dejan de ser efímeras y pasan a ser mas concretas. Hay una especie de convicción de que de alguna manera, uno ya forma parte de aquel paisaje.
A veces suelo pensar en todas esas personas que se me han cruzado por azar en el camino, en todos esos rostros y almas. En los diálogos inesperados y en las situaciones casuales que me ha permitido vivir, el hecho de poder haberme asomado por “mi ventana”.
Desde chico me gusto dibujar, lo hacia antes muy a menudo. Muchas veces me retrataba en distintos escenarios. Pero si hoy tuviera que volver a dibujarme a mi mismo, lo haría como un hombre que mira al mundo. En una plaza, en un café, en una estación de trenes, o en un puente de cualquier lugar del planeta que he conocido.
Hoy con 50 años todavía sigo ejerciendo mi profesión, y aunque con muchos mas años en mi haber, aun sigue siendo un placer para mi, abrir “mi ventana” y asomarme una vez mas, a descubrir el mundo. Este mundo nuestro.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Me encantó!!!! gracias Edu, por permitirme compartir este espacio, tu espacio.. seguí escribiendo